Como si se tratara de un desenlace merecidísimo para los malos de la peli, Enrico Letta y medio Europa celebraron ayer la derrota de Berlusconi. Para enterarse de la evolución del asunto que ayer mantuvo en vilo a los italianos, uno podía prescindir tranquilamente del sonido. Y es que bastaba estudiar los gestos del actual y el ex primer ministro para darse cuenta de cómo iba la cosa. Mientras Berlusconi se ajustaba el nudo de la corbata y, después, se llevaba las manos a la cara para ocultarse el rostro; Letta, también nervioso, jugueteaba con la lengüeta del lazo como si fuera una servilleta. Si bien, finalmente, la victoria del líder demócrata vino acompañada por echarse el accesorio a la espalda. Ya había pasado todo, había superado el órdago del «Cavaliere«.
PD. Ding dong, la bruja ha muerto. ¿Siguiente?