La serpiente, la manzana, la mujer y la política

Por el paseo marítimo de Barcelona se pasean nudistas en bicicletas con toda la normalidad del mundo y sin que los otros viandantes se sobresalten ya. En las iglesias, se nos sigue hablando de lo mala y tonta que fue la mujer al morder el fruto prohibido que le ofreció la serpiente. En Argentina y en el resto del mundo, Cristina probó la política y se convirtió para siempre en la serpiente del poder.

“A la mujer le dijo: Multiplicaré en gran medida tus sufrimientos y tus preñeces; darás a luz hijos con dolor. Hacia tu marido será tu anhelo, pero él te dominará.” Génesis. Castigo y promesa de redención.

Nunca consideré que en una misa podría sentirme tan incómoda como cuando acudía a las politizadas clases de la facultad de periodismo. Pero cuando el cura, con una entonación transcendente, explicaba otra vez a sus fieles los orígenes del mundo y del hombre según el Génesis no pude evitar buscar desesperadamente una salida que me devolviera de nuevo al siglo XXI. Gracias a mi hermano, la escapatoria fue la risa.

Hoy se celebran elecciones legislativas en Argentina. Así, el matrimonio peronista de los Kirchner se juega la mayoría parlamentaria que desde 2003 le ha permitido gobernar y aprobar leyes casi sin sobresaltos. Cuentan las crónicas  llegadas desde el país del dulce de leche que la anécdota de esta insulsa campaña electoral ha sido la parodia televisiva Gran Cuñado, un reality show inspirado en Gran Hermano pero con actores que imitan a la presidenta y a los principales candidatos. Y aunque la productora del programa de humor recibió unas cuantas llamadas de Néstor Kirchner (preocupado por la imagen de su mujer), ex presidente y actual primer caballero de Argentina, para que dejaran de imitar a su esposa Cristina, finalmente, debido al éxito de audiencia, la pareja accedió, al igual que sus contrincantes, a participar en el show.

“Respondió el hombre: Ha sido la mujer que pusiste a mi lado la que me dio del árbol, y comí”
Él, Néstor Kirchner, que nunca se preocupó por su imagen, se interesa ahora por la de su mujer, Cristina. La reina de las mujeres políticas femeninas –con mayor o menor acierto- ya está de vuelta de todo. Probó del fruto prohibido de la política y tuvo que vestirse deprisa sin pensar si el pueblo la juzgaría por sus ideas o por sus extensiones. Y así, la mujer política femenina se condenó a arrastrase por el polvo como una serpiente. Siempre justificando, siempre juzgada.

Al igual que en las iglesias asustan las rodillas –sólo de mujeres, claro-, en la esfera política producen temor las féminas atractivas, seguras y arrogantes.  Una fórmula que en el caso de los hombres, si no que se lo pregunten a Berlusconi, les funciona bastante bien. Pero bueno, ya saben, ellos no fueron tan estúpidos como nosotras y no permitieron que las normas estilísticas fueran tan exigentes como para las mujeres.

Cristina Fernández ha sido acusada de abusar de los colores chillones, de pintarse como una puerta, de llevar una melena demasiado larga, de calzar tacones de aguja, de enseñar demasiada carne, de ceñir sus curvas…  En definitiva, ha sido acusada de utilizar las mal llamadas “armas de mujer”, además de multitud de cualidades que pueda demostrar, para seducir a diplomáticos y votantes. Quizá la imagen de Cristina Fernández de Kirchner no sea la apropiada para una mujer política pero su exageración sí es positiva para abrir el camino a las mujeres políticas femeninas que algún día podrán gobernar y ser juzgadas como se juzga hoy a los hombre políticos.

150 150 Patrycia Centeno