Hay personas que cuando deciden dedicarse a la política o aspiran a un cargo más relevante dentro del poder, consideran que deben regenerar su imagen. Este anhelo a un cambio de look responde al «dime quién quieres ser y vístete para ello». Sin embargo, los cambios no siempre suponen una mejora. Ya sea porque individualmente no poseen las herramientas suficientes para crearse una nueva y adecuada imagen o porque están mal asesorados, el resultado muchas veces es decepcionante y una no puede dejar de pensar que para eso, al político más le valía haberse quedado como estaba. Un ejemplo claro es el del líder de Podemos. Pablo Iglesias ha saludado hoy al rey y le ha podido entregar las cuatro temporadas de su serie favorita, Juego de Tronos. Cuando lo ha hecho, lucía una camisa gris hiperarrugadísima por la espalda (que ya le hemos visto en múltiples ocasiones) conjuntada con un feísimo tejano añil (mala combinación de tonalidades). En 2007, Iglesias ya coincidió con Felipe -por aquel entonces, sólo príncipe- y aunque acudió también vestido de modo informal -fiel a sí mismo y a sus credos-, el atuendo que escogió en aquella ocasión era mucho mejor (más natural, fiel y favorecedor) que el que llevaba esta misma mañana.
- La corbata del rey hoy no estaba mal. Le favorecía. Iglesias, en cambio, apareció excesivamente arrugado a sabiendas de que todos los focos iban a estar puestos en él.
- En 2007, en el duelo estilístico, ganó Iglesias. El jersey de lana, combinado con un sencillo jean negro, fue suficiente. La raya diplomática del traje de Felipe VI está tan pasada como el zapato de hebilla que suele calzar.