Que las lágrimas y las sonrisas sinceras (no las diplomáticas) dejaran de significar debilidad y pasaran a considerarse vulnerabilidad (autoconfianza) se lo debemos a Barack Obama. El día que el presidente de los EEUU lloró por primera vez en un acto público y oficial fue en 2016 cuando suplicó controlar las armas de fuego y, rodeado de familiares de víctimas de tiroteos, recordó a los niños que habían sido asesinados cuatro años en una escuela infantil. Porque cuando hubo el atentado, cuando la crisis todavía estaba viva, el presidente se mantuvo públicamente sereno. Una cualidad, la serenidad, más humana que cualquier otra. Pues la serenidad no es sólo empatizar (algo que hacen también otras especies animales), es gestionar las emociones y sensibilidades para que ninguna domine a otra y nos evite la parálisis o la agresividad en momentos en que debemos responder rápidamente; y eso, sólo lo podemos llegar a alcanzar los humanos. La lucidez mental depende de la inteligencia emocional. SEGUIR LEYENDO