Ayer coincidí en un avión que hacía la ruta Vigo- Madrid con Mariano Rajoy. Tan solo nos separaban dos filas y las cortinillas que dividen el micromundo aeronáutico entre los que pueden pagarse una clase business y los que únicamente podemos ir en esa clase cuando hemos alcanzado los puntos suficientes como para que Iberia nos regale la experiencia. Por Sylvie Tartán
Tengo que confesar que me sorprendió la visión y muy gratamente (a pesar, digo, del muro de cortinillas) porque yo, que soy de pensamiento un poco infantil y un mucho cinematográfico, creía que en España también teníamos nuestro Air Force One aunque fuera de estilo cañí, con hélices, queso manchego y agua fresca en un botijo, en lugar de un Boeing 747 personalizable, con caviar y champagne francés.
Pues parece que no, oiga, porque ahí estaba Mr. Rajoy, medio mezclándose con el vulgo y con la sonrisa en la boca. Con la que está cayendo, ya me parece un ejercicio de riesgo. Y si a esto le añadimos que la compañía era Iberia Express, o sea, low-cost, no puedo más que aplaudir esta costumbre presidencial.
Los que pudimos verle comprendimos por qué el avión llegó puntualísimo, por qué no se pasó 15 minutos buscando aparcamiento, que a veces parece que en lugar de un aeropuerto estemos en un parking público, y por qué desembarcamos nada más aterrizar.
Gracias Sr. Presidente, por dar ejemplo y también, por qué no, por hacer que los que le acompañábamos en el vuelo gozáramos de unos pequeños privilegios. Sólo puedo decir, ¡bravo y hasta pronto!
Me parece fenomenal la actitud de Rajoy. Supongo que en los viajes oficiales volará en un Air Force One made in Spain, con o sin botijo ja,ja.