Un mundo en azul y rojo

Lógico. En una cumbre sobre economía priman las corbatas azules en los cuellos de los máximos líderes políticos, incluso de los que presumen de rojos. Los trajes negros y las camisas blancas o azul cielo. Mientras que Kirchner aún no se atreve con el color para estas ocasiones, Merkel, ya más suelta, vistió de colorado. La diferencia indumentaria sólo fue cultural a través del rey Abdalá de Arabia Saudí.

Antes de que el manifiesto Elle me acuse de machista, hablemos de la imagen que han ofrecido los máximos mandatarios mundiales en la cumbre del G-20 que ha concluido con el compromiso de que España aporte 4.000 millones de euros al FMI –Zp, recuerda que tienes a 3.600.000 parados (y una soy yo), además de míseras pensiones para los jubilados y viudas (la de mi madre, por ejemplo), y cada vez más nuevos pobres vestidos con traje que husmean el contenedor de basura en busca de comida para sus hijos (por suerte, no tengo a ningún conocido cercano en esta situación pero el sentimiento de fracaso, rabia e impotencia no me lo quita nadie).

En fin, a lo que íbamos. Aunque siempre me ha dado rabia que para algunos España se pudiera dividir aún entre dos colores (rojo –de izquierdas- y azul -nacionales-), hoy al observar la foto de familia de los máximos líderes políticos mundiales he comprendido que en política no hay blanco y negro sino corbatas rojas o corbatas azules. Y pese a lo que pudiera parecer, los supuestamente de derechas no vestían su cuello con la azul y los de izquierdas, las rojas. Pero bueno, como estamos en ese punto en el que bajo el nombre del centro se justifican la mayoría de bipolaridades políticas, no podíamos esperar más. Eso sí, era una reunión sobre economía y el azul primo sobre el colorado. Sólo los presidentes de EE.UU., Sudáfrica y Méjico se atrevieron con el color de la pasión. Angela Merkel, también. Pero en su caso era en su chaqueta. Tras intentar pasar desapercibida con tonalidades discretas en su indumentaria y sin éxito alguno, la alemana hace meses que alegra las tristes postales políticas. No es el caso de Cristina Kirchner que, de momento, insiste en dejar todo su colorido ropero para el resto de ocasiones en la que la sosedad masculina no se confunda con la seriedad y la inteligencia. Esta vez, el gris fue su elección en su falda y camisa.

Por lo demás, trajes negros y camisas azul cielo o blancas. La única nota discordante en cuestiones indumentarias, la cultural: el rey Abdalá de Arabia Saudí.

150 150 Patrycia Centeno