La mejor asesora de imagen de la historia

La historia sólo la contempla como un icono de estilo (y lo es, por supuesto) y una cazafortunas, pero Jackie Lee Bouvier fue pionera en la asesoría de imagen política (con permiso de Rose Bertin, ministra de Moda de Maria Antonieta) y puedo decir que su legado en comunicación política es tan importante como nada reconocido. Si lo que logró ella lo hubiera hecho un tío, otro gallo cantaría… En fin, lo de siempre. Además de convertir al lisiado y nimfómano de John Kennedy en una estrella, reformó la Casa Blanca (que hasta la fecha era como una casa de los horrores donde no había ni sillas para recibir a las visitas) y llevó la cultura, el arte y el glamour a la presidencia de EEUU.

Jackie nació en una familia pudiente (aunque tras la crisis del 29, descendieron a clase media) y fue educada en los mejores colegios privados de la costa este americana. Tenía facilidad para los idiomas, hablaba cuatro lenguas (inglés, francés, español e italiano) y se especializó en historia y literatura. En 1949 viaja a París (estaba obsesionada con Francia, origen de su apellido de soltera). Se aloja con una combatiente de la resistencia, quien había sido presa de un campo de concentración nazi. Allí, Bouvier se impregna del estilo de la ciudad más bella del mundo —lo digo yo y cualquiera que tenga ojos— y, según su propias palabras, “por primera vez no se avergüenza de su hambre de conocimiento”. Lectora voraz desde niña, tenía claro que quería dedicarse a las letras. Entre 1.200 aspirantes, logró una codiciada beca para Vogue París como editora junior. Su madre impidió que su hija siguiera independizándose en Europa y le ordenó regresar a EEUU. Su padrastro, a cambio, le consiguió un trabajo de fotoperiodista para el ya desaparecido The Washington-Times Herald como precio de consolación.

Una década después regresará a la capital francesa pero ya como primera dama de EEUU y escuchará la famosa frase de su marido: “Soy el hombre que ha venido a acompañar a Jackie Kennedy a París”. Y es que en aquel viaje, nadie le prestó la más mínima atención al presidente de los EEUU. De hecho, como bien expresó el ministro de cultura francés cuando permitió que la Mona Lisa viajara a Nueva York, “este préstamo no es a los ciudadanos estadounidenses, es a Jackie Kennedy”. La obsesión por la cultura, el arte y la ropa parisina de Jackie no era bien vista por los estadounidenses. Así que se las ingenió para ocultar al decorador parisino de la Casa Blanca y en contratar a un modisto americano para que le reprodujera los diseños parisinos (el famoso conjunto de tweed rosa manchado de sangre tras el asesinato de su marido y que se negó a quitarse porque “quiero que vean lo que le han hecho a Jack”, se lo mandó Chanel para que lo cosieran en EEUU).

Podría escribir durante horas sobre la figura de Jacke Kennedy (de hecho, en la facultad daba una clase dedicada por completo únicamente a su importancia dentro de la comunicación política), pero fue ella la que le encargó a Kennedy pantalones y zapatos con alzas hechos a medida para disimular la diferencia de altura de sus piernas debido a una desviación en la columna. Fue Jackie la que decidió que John debía broncerase, descansar y maquillarse para enfrentarse a Nixon en el primer debate televisado de la historia. Fue Jackie la que logró subir unos grados la temperatura de la Guerra Fría cuando el líder soviético Nikita Khrushchev le negó el saludo al presidente estadounidense, pero se deshizo ante Jackie. Fue Jackie la primera en grabar un pequeño vídeo durante la campaña electoral de su marido para dirigirse a los votantes latinos. Fue Jackie la primera en mostrar y hacer de guía por la Casa Banca en un documental de la CBS, uno de los programas más vistos de la historia. Fue Jackie la que organizó unas recepciones y fiestas en las que aunó a los mayores intelectuales y artistas del momento con la política. Fue Jackie la que, aún en pleno shock por el atentado sufrido, diseñó un funeral de Estado para John inspirado en el que tuvo Lincoln. Fue Jackie la que parió a un hijo muerto (Patrick) mientras su marido se estaba acostando con otra más y, después de esas y tantísimas más, decidió que a partir de entonces ella ya no tenía ningún compromiso más como primera dama ni como esposa. Fue Jackie la que demostró que si quieres dirigirte a un público con respeto, no puedes estar leyendo.

Jackie pasó 20 años trabajando como editora. Publicó más de 100 libros. Así que lo de Onassis, sinceramente, me parece lo de menos. Como responde Marilyn en Cómo casarse con un millonario cuando el padre del novio la acusa de sólo interesarse por su hijo por el dinero: “Claro, porque él sólo me desea por mi inteligencia…”.   

 

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